Abrazando al virus COVID-19
Después de pasar un fin de semana con una prima, su pareja y su hijo, recibí una nota de voz donde me indicaban que de regreso a casa se habían comenzado a sentir mal y que por precaución se habían hecho la prueba de COVID y que estaban esperando el resultado.
Ese primer mensaje fue un aviso para que estuviéramos (mi esposo y yo) pendientes y en lo posible no relacionarnos con nadie, hasta saber cuál era el desenlace de la situación. Ese mismo día en la tarde, recibí otra nota de voz, donde me contaban que su prueba había dado positiva, inmediatamente supe que nosotros también estaríamos positivos.
Lo primero que hicimos fue comunicamos con nuestro seguro médico, quienes nos aislaron y nos enviaron la autorización para hacernos la prueba 6 días después, pues nosotros en el momento de la llamada con el medico no presentábamos ningún síntoma.
Al día siguiente en la noche, mi esposo comenzó a sentir escalofríos, dolor de cabeza y en el cuerpo. Yo pase muy mala noche, pero no tenía ningún síntoma.
Amaneció y yo comencé a sentir dolor en el cuerpo, dolor de cabeza y congestión nasal, algo muy leve, pero ya era evidente que ya teníamos síntomas del virus, así que ese día nos realizamos la prueba y su resultado fue (POSITIVO).
Cuando recibí la confirmación de la noticia, respiré y dije: vamos a ver cómo es esto, asumí la responsabilidad de no haberme cuidado lo suficiente y lo recibí como un regalo para dedicarme tiempo a mí, tiempo para escuchar mi cuerpo y entender un poco que era lo que necesitaba. Hacer una pausa consciente y alejarme del ruido exterior que siempre me acompaña.
En cuanto a los síntomas, te puedo contar que sentí, dolor de cabeza, dolor en el cuerpo, diarrea, escalofrío, me sentía con guayabo, tos, mucha congestión nasal, además tuve pérdida del olfato y del gusto. Sin estos dos sentidos, pude sentir que, me acerqué más a mi alma, pues me saco un poco de mi experiencia terrenal y me recordó que soy más que un cuerpo.
Todos los días me tomaba los signos vitales 3 veces al día (saturación, frecuencia cardiaca y temperatura), de esta forma podía verificar que todo esto estuviera en orden. También hice ejercicios de respiración, baños de vapor con eucalipto y pino. En cuando a medicamentos, tomé por 10 días Aspirineta, para evitar algún coágulo en la sangre y un jarabe para la tos. Adicional reforcé mi sistema inmune con vitamina C y D.
No sé por qué, solemos pensar que las cosas “malas” les pasan a los demás, menos a uno. Yo pensaba que, si el COVID se acercaba a mí, iba a pasar por un lado, pues considero que tengo un estilo de vida saludable y tenía la creencia que ese virus solo le deban a personas que no vivían el BienEstar en su vida (personas que no hacen ejercicio, que se alimentaban mal, que no cuidaban de sus emociones…) Sin duda, esta experiencia fue un golpe al EGO, pero fue maravilloso, pues me enseño que todos, incluida yo y mi familia, somos vulnerables.
En mi caso, durante 1 semana, además de tener síntomas físicos, recordé que cada acción tiene una reacción y si quería seguir disfrutando de esta aventura, debía cuidar mi cuerpo físico, mental y espiritual, así que lo apapache y lo cuide más de lo normal.
Es obvio que los cuidados inmediatos son importantes, pero no son determinantes, es por eso que, es tan importante la forma en la que nos alimentamos, el modo en que cuidamos nuestra energía y la manera en la que nos relacionamos con nosotros mismos y con nuestro entorno. Este virus me enseño que uno cosecha lo que siembra.
Hay momentos que llegan y pueden poner en pausa nuestra existencia, esos momentos nos permiten evaluar y ver las cosas diferentes, enfocar nuestra atención en algo que tal vez no haríamos en el día a día.
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